sexta-feira, 5 de agosto de 2022

Aún te amo

Aún te amo. Y, sí, es una mierda, lo sé. Pero no me acostumbro a estar sin ti.

Los últimos días no han sido nada fáciles. Quería poder desamarte, pero te echo mucho de menos. No dejo de pensar en ti aunque me duela. A veces estoy bien, me distraigo, me río, pienso en otras cosas, no pienso en ti. A veces estoy mal. Lloro todos los días. A veces solo un par de lágrimas, otras veces el dolor es tan fuerte que intenta salir como un llanto, sollozos. Yo que soy una persona positiva y feliz, ahora ando deprimido, hundiendo en una profunda tristeza. Hay una herida inflamada en mi corazón. 

Mis días sin ti están llenos de un gran vacío existencial y una soledad implacable. Cada día es un día igual que el anterior. Cada día es un hueco en el calendario, un tiempo que no avanza. Es que tú eras mi día a día. Y ¿qué hago de mis días si ya no tengo tu compañía? Me hago un café, y te veo en mi mente mientras vierto el agua caliente. Me saco una foto con una sonrisa, es solo un disfraz, una careta que me pongo para fingir que todo va bien. Busco en los juegos, en la tele, en el aprendizaje de un nuevo idioma una manera de olvidarte, una manera, de no pensarte, de no desear que me escribas, de no intentar escribirte. Pero al rato me pierdo entre ideas, recuerdos y conversaciones imaginarias contigo. Me pierdo de mí mismo en una espera constante por una señal que me diga que eres mío otra vez y que esta vez no te vas. Me pierdo en este vacío. Me pierdo en mi soledad. Me pierdo en tu cruel ausencia.

No sé si me duele más tu ausencia, la soledad o la miseria emocional en la que me metí; todo esto me duele mucho. Lo único que sé es que te extraño, que extraño lo que tuvimos un día. Extraño a mi amante, a mi mejor amigo. He perdido demasiado en tan corto tiempo. Ya no me llegan mis notificaciones favoritas, ya no están cuando desbloqueo la pantalla. Me despierto y no veo tus mensajes. Ya no me río diariamente con tus chistes, con las tonterías que solíamos hablar, y que me hacían bien. Ya no sé de ti, ¿cómo estás?, ¿qué haces?, ¿aún piensas en mí?, ¿me extrañas? Probablemente no. Pero no lo sé. Porque no nos hablamos más.

Me duele recordar que me dabas un amor tan bonito y, en medio de una crisis que no tenía nada que ver conmigo, sino con una somatización de estrés, ansiedad y otros problemas con tu trabajo, con tu familia y contigo mismo, sin ningún sentido me dejaste de amar, me negaste aquel amor tan grande que antes me ofrecías. Y a pesar de toda la negatividad que emanaba de ti en tus días más difíciles, me gustaba estar ahí para ser tu confidente, tu fortaleza, tu puerto seguro. Me gustaba ayudarte con mis consejos, con mi paciencia, darte un poco de alegría. Y aún así no has sabido ver que lo que te daba de mí no tenía un precio, no exigía nada a cambio. Sabes que daría todo por ti. Sabes que haría todo para hacerte feliz. Sabes que lo dejaría todo en mi país para estar a tu lado, en cualquier lugar. Pero sin ninguna razón me dejaste de amar.

Nunca lo he entendido. Si nuestro amor era prácticamente lo único que iba bien en tu vida, te hacía sentir muy feliz. Me parece que te quisiste autosabotear, hacerte daño a ti mismo por no creer que merecías algo tan bueno, pero en ello me has hecho daño a mí. No antes, no en aquel fin del mes de mayo, cuando te volviste frío y sin cariño, porque allí yo te comprendía, sabía que necesitabas tiempo para volver a ser lo que eras. Me has hecho daño cuando hace una semana elegiste a otro y no a mí. Cuando para tener el camino libre para estar con él preferiste salir de mi vida. ¡Es tan injusto! Ahí me has lastimado profundamente. 

Yo que te estaba esperando tanto tiempo me quedo sin nada. No me queda nada, solo este dolor horrible y un corazón partido. Y, aun así, no te dejo de amar, no te dejo de pensar. Me duele pensarte. Me duele amarte así. De verdad, no tienes ni idea de cómo me duele. 

¿Por qué me diste lo que salí a buscar? Si ya no sentías lo mismo, si ya querías estar con ese otro hombre. ¿Por qué no me dijiste la verdad? Si era en sus brazos donde de veras querías estar. ¿Por qué me robaste un beso aquella tarde? Si eran sus labios los que querías besar. ¿Por qué rozaste mi piel? Si era su piel la que querías rozar. ¿Por qué te acostaste conmigo? Si era con él que te querías acostar. ¿Por qué me diste lo que quería? Si todo no pasó de una mentira. ¿Por qué?

No puedo odiarte, aunque debiese. Eres humano, y es de humanos cometer errores. Si te odiara quizás podría borrar este amor para siempre. Si te odiara quizá sería más fácil. Es que también soy humano, y también es de humanos perdonar. No sé si te perdono, tal vez no te lo merezcas. Pero no te odio. Lo único que odio es que no te odio. 

Tuve otros amores antes de ti, tuve otras decepciones, me dolieron antes, varias veces. Pero no me acuerdo de un dolor así tan punzante, tan destructivo. Te había dicho que era fuerte, que no era tan frágil, que ya había aprendido a lidiar con las pérdidas, pero me equivoqué, al parecer. Creí que luego estaría bien, que iba a superarlo como otras veces. Pero no me está saliendo como lo esperaba. Y es que hace años no amaba tanto a alguien como a ti, nunca había ido tan lejos por alguien como fui por ti: tres mil kilómetros y la cordillera. Nadie va tan lejos por una persona sin amarla intensamente.

Es que soy amor. Respiro amor. Vivo de amor. Si no va a ser contigo, con otro será, lo sé. Tantas otras veces pensé que no volvería a amar, que aquella vez sería la última, y no fue así. Por mucho tiempo me encerré en una caja. Conocí otras personas que no supe querer. También lastimé a alguien. No soy un santo. Soy humano. Después de años salí de la caja, listo para entregarme al amor. Y varias veces me caí, salí herido. Y varias veces me sané. Esta vez no será diferente. Y si no va a ser contigo, me muero por conocer a otra persona con quien sí será. Pero al mismo tiempo sé que no es la hora, que es muy temprano para seguir adelante, que si lo hago te estaré buscando en los besos de otra persona. No puedo esperar de nadie que sea el remedio para salvarme. No sería justo. Porque así terminaría lastimando a alguien más. Necesito tiempo, necesito sanarme solo antes de continuar buscando el amor. Y esto me da mucha ansiedad. 

No sé qué hacer. Sé que no debería escribirte, sé que estás muy feliz con tu elección, sé que ya nos habíamos despedido y que debería alejarme, pero aquí estoy yo. No puedo renunciar a lo que siento por ti. Aún no. Y te escribo porque mi corazón te quiere cerca, mi corazón desesperado me obliga a escribirte, mi corazón quiere que vuelvas. Yo quiero que vuelvas. Porque eres parte de mí. Porque sin ti me falta una parte importante de mí.

Aunque sé que es improbable, yo quiero que vuelvas. Quiero que aceptes mi amor, el amor que te ofrecí y rechazaste. Y aunque sé que no puedo pedirte que me ames de nuevo, yo quiero que me ames. Que me ames como antes, que me ames más que antes, que me ames hoy, y que me ames mañana. Que me ames hasta cuando las arrugas tomen toda mi piel. 

Puede que unos cuántos días más sean suficientes para olvidarte, que pronto logre dejarte de amar, pero te escribo lo que siento ahora. Te escribo lo que me atormenta, un grito desde el fondo del hoyo en que me caí, para que escuches mi triste lamento. Me desnudo. Desnudo mi alma delante de ti, soy transparente, señalo mis vulnerabilidades, me muestro débil, para que me veas como nadie más me ha visto nunca.

Te pido perdón. Perdóname por ser tan intenso. No quiero hacerte daño con mis penas, no quiero que te sientas mal o que te ahogue la culpa por mi situación actual, pero no puedo guardármelo, me resulta imposible ocultar lo que tengo dentro de mi pecho. Y es inútil, lo sé. Nada de lo que te digo aquí va a cambiar nada. Pero esto es un proceso de sanación emocional y necesito decírtelo todo. Hasta que no quede nada sin decir.

Aún te amo, Adrián. Aún te amo.


Chico


Chico Freitas